El 21 de agosto de 1957, el Poder Ejecutivo, en la persona del Presidente títere Héctor Bienvenido Trujillo Molina, emitió el Decreto 2944 (publicado en la Gaceta Oficial No. 8154) que instituía el Día Nacional del Árbol, el primer domingo de mayo, que en ese año fue día 5. Por ello se generalizó ese día como el del árbol. Ese Decreto o ese artículo del referido Decreto, fue derogado. Sin embargo, se ha quedado la costumbre de celebrar dicho día cada 5 de mayo.
La referencia más antigua que se conoce como celebración del Día del Árbol, se remonta al año 1840, en Suecia. El 10 de julio del 1872 se celebró por primera vez el Día del Árbol en los Estados Unidos de Norteamérica, ocasión en que se sembró cerca de un millón de arbolitos.
El Congreso Forestal Mundial, realizado en Roma, en 1969, instituyó el Día Mundial del Árbol, a celebrarse el 28 de junio de cada año. No obstante, muchos países han instituido su propio Día Nacional del Árbol, que usualmente se celebra en la primavera. Así encontramos que numerosos países de Europa y América tienen su día de celebración de una actividad que es muy importante para toda la humanidad y para todos los seres vivos.
En el año 2012, Las Naciones Unidas establecieron el Día Internacional de los Bosques, el 21 de marzo de cada año. Pero en el mismo no sólo se incluyen árboles, sino las formaciones boscosas en general.
Todos los años, en mayor o menor grado, en República Dominicana se celebra el Día Nacional del Árbol, usualmente realizando algunas actividades de reforestación. De esta forma, se llama la atención sobre la importancia de este recurso que nos brinda la naturaleza, y sobre la utilidad que tiene el mismo en diferentes aplicaciones.
El Jardín Botánico Nacional de Santo Domingo Dr. Rafael M. Moscoso realizó en el día de hoy, 5 de mayo del 2021, una actividad simbólica, sencilla, pero significativa, para celebrar el Día Nacional del Árbol. Fueron sembradas seis plántulas de Guatapaná, Caesalpinia coriaria, una especie que además de sus funciones biológicas y ecológicas, tiene múltiple utilidad directa para los humanos: medicinal, desinfectante, antibiótico, curtiente, dendro-energía, tinte, astringente, etcétera.
Desde los inicios mismos de la humanidad, la misma ha estado muy ligada al árbol, y podría decirse que tiene una fuerte dependencia del mismo. Sin la presencia del árbol, la vida humana no hubiera sido posible, o, en el mejor de los casos, hubiera sido muy difícil.
El árbol le proporcionaba al primitivo una serie de beneficios, muchos de los cuales continúa recibiendo hoy, sin que encuentre sustituto. El humano primitivo recolectaba frutos, se calentaba con leña, luego también usaba la dendro-energía para cocer sus alimentos y preparar sus medicamentos, por ejemplo, como continúa haciéndolo actualmente en vastas regiones del Mundo. La primera rueda fue hecha de madera. También fueron hechos con madera los primeros vehículos tirados por tracción animal, las embarcaciones (“cayucos”) y otros instrumentos y herramientas. Las primeras fibras y cordelerías usadas por la humanidad provenían de las cortezas de los árboles.
Al día de hoy, pese a los descubrimientos y al uso de la petroquímica y otros materiales como los minerales, la humanidad recibe múltiples beneficios de los árboles, que le brindan un ambiente limpio, medicina, alimentos, seguridad, comodidad, movilidad, mangos de herramientas, yugos para bueyes, y, además, sombra y recreación, sombra de cultivos, y una amplia gama de utilidades con formas, olores, sabores y colores.
A la amplia utilidad directa de los árboles, hay que sumarle los múltiples servicios ambientales, como: inhalación de dióxido de carbono (CO2), protección de suelos, aportes de oxígeno, regulación de cuencas hidrográficas, disminución de la temperatura, muros protectores, cortinas de viento, protectores de terrazas agrícolas, etcétera.
Este día debe servir para crear consciencia de la necesidad de proteger y propagar los árboles. Frente a una calamidad tan dolorosa como la que atraviesa República Dominicana, particularmente con el caso de los bosques, quienes conocemos el valor de nuestra diversidad biológica, y particularmente la diversidad vegetal, estamos compelidos a insistir en la necesidad de la conservación. Pero, sobre todo, estamos compelidos a actuar en consecuencia, no sólo plantando árboles, sino también enfrentando la depredación creciente que se expande segundo a segundo en nuestros bosques, incluyendo las áreas protegidas.